Como padres, el impartir una buena educación se vuelve una de las principales premisas en el proceso de crianza y formación de las niñas y los niños, con el propósito de que sean emocionalmente sanos y respetuosos con su entorno y ellos mismos. 

Expertos en temas educación infantil aseguran que para que este proceso sea realmente efectivo a largo plazo, es necesario dejar de lado las amenazas y la promoción del miedo como consecuencia del comportamiento del pequeño o la pequeña. Al contrario, es indispensable establecer con ellos una relación de respeto, empatía y mucha comunicación.

Es así como se vuelve obligatorio pasar de una forma de educación que esté basada en la autoridad y la amenaza, para darle espacio también a la tolerancia y, con ello, ser capaces de criar a seres que tengan una mayor autonomía, independencia y considerados consigo mismos y todos los que le rodean. 

“Como adultos, es muy importante que cada vez nos alejemos más de conceptos como la intimidación y el miedo, para darle paso al diálogo y a normas claras y establecidas. Cuando el niño o la niña tiene claro los límites, y las consecuencias de tomar ciertas decisiones, serán capaces de comportarse con una madurez acorde a su edad, al mismo tiempo que asumirán la responsabilidad de sus actos”, comentó Rebeca Chavarría, educadora y directora general de Bright Spot Learning Center.

La revista especializada Ser Padres profundiza en el tema y explica que es necesario que los padres enseñen a separar los sentimientos de la acción, por lo que las normas deben estar claras y ser coherentes. Por otro lado, también se requiere que el o la infante sepa lo que puede ocurrir si no hace lo que se le pide y cómo esto podría afectar, incluso, su estado de ánimo sobre dicha situación.

A esto se suma que, tanto el adulto como su hijo o hija, comprenda que aquí el problema no son los sentimientos que se tengan, sino las malas conductas, por lo que hay que fijar límites. Recuerde que desde una edad temprana ellos imitan lo que hacen los adultos que los rodean, por lo que es necesario que estos “prediquen con el ejemplo”, especialmente en cosas tan básicas como modales al comer, ser ordenado, cuidar su higiene personal, etc.  

Si no se genera una empatía con el niño o la niña, en el que sea evidente que se comprenden sus sentimientos, este modelo educativo no rendirá los frutos que se buscan. El periódico argentino Clarín, en su artículo Por qué es tan malo educar desde el miedo, puntualiza las consecuencias que se generan cuando un adulto cría bajo el modelo del miedo:

1. Se diluye el clima de confianza en la familia: Si los niños y las niñas no pueden expresar su oluntad o pensamientos por miedo a que se los rete o castigue, cada vez compartirán menos sus vivencias en el entorno familiar. 

2. Cada vez se necesita más miedo: A medida que el infante evoluciona, las dosis de miedo serán mayores para que los resultados que los padres quieren conseguir surtan efecto. Esto se traduce en actos de violencia física o verbal.

3. Un estilo de apego desaconsejable: Este tipo de educación anula, en muchos aspectos, la voluntad del menor. Algo que se traduce, por ejemplo, en una pérdida de iniciativa. 

4. Sin empatía: Plantear un estilo de crianza autoritario descuida la educación emocional en aspectos tan importantes para el desarrollo infantil como la empatía. Los padres no se ponen en la piel del menor, ni en las circunstancias que han desencadenado su comportamiento.

5. Aprenden menos: Está comprobado que el miedo obstaculiza el aprendizaje, por lo que para desarrollar sus habilidades deberán hacerlo en un ambiente que les genere seguridad, respeto, confianza y calma.