Luego de un año lectivo en el que la incertidumbre fue protagonista debido a la pandemia por la COVID-19, el 2021 se presenta como la oportunidad perfecta para idear nuevas metodologías educativas que contribuyan a la formación de los estudiantes, especialmente para los de temprana edad.
Distintas organizaciones a nivel mundial se han dado a la tarea de plantear algunos aspectos en los que la formación del estudiantado a nivel mundial deberá centrarse. Destacan, por ejemplo, la importancia de fortalecer la comunicación entre los padres y el centro de enseñanza, además de que no solo debe ser prioridad la tecnología, sino también educarlos en temas como la resiliencia, la motivación, la creatividad y la empatía.
En este proceso de transformación, los educadores juegan un papel preponderante, pues exige que la metodología sea mucho más inclusiva, colaborativa, inmersiva, y que sea capaz de propiciar el involucramiento del estudiante con su entorno. El objetivo es que ellos se mantengan conectados con todo lo que los rodea, al mismo tiempo que se sienten motivados y con ganas de aprender.
“La Organización Mundial de la Salud afirma que la reapertura de los centros educativo contribuye al bienestar físico y psicológico de los niños”
“Somos conscientes de que la pandemia por la COVID-19 nos obliga a plantearnos nuevos métodos de enseñanza o fortalecer algunos ya existentes. El mundo hoy debate la necesidad de promover un sistema educativo dual, en el que no solo se aprenda a través de la tecnología, sino que también se apueste por el sistema presencial, ya que distintos estudios han demostrado la importancia de la socialización”, explicó Rebeca Chavarría, educadora y directora general de Bright Spot Learning Center.
Precisamente, la 0rganización Mundial de la Salud (OMS) afirma que los beneficios de la reapertura de los centros educativos son muchos, pero los más importantes están centrados en el bienestar físico y psicológico que ofrece a los niños, además del acceso a la información sobre cómo protegerse a sí mismos y a los demás en medio de una pandemia.
Con la posición de la OMS coincide el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que en el artículo “COVID-19: Reimaginar la educación”, establece 10 aprendizajes que propiciaron la necesidad de adaptar las metodologías a la nueva realidad en la que nos desenvolvemos. A continuación le compartimos los seis más importantes:
- “No teníamos un plan”: Es necesario tener un plan educativo ante emergencias de salud pública y ambientales que establezca medidas para garantizar el derecho a la educación durante una emergencia y la contribución de la educación a la gestión de la crisis.
- Un inesperado cambio de modelo pedagógico: Debemos ser capaces de poner en marcha un diseño pedagógico mixto (presencial y no presencial), flexible y corresponsable que sea capaz de absorber los impactos de una epidemia y los impactos de una posible crisis socioeconómica posterior.
- Las tres “C”: consulta, coordinación y comunicación: La emergencia debe imponer una forma de gestionar el cambio que permita a los ciudadanos pasar de un contexto de disciplina y acatamiento de normas a un nuevo marco de responsabilidad y participación.
- La huella digital: Es importante promover el uso saludable de las tecnologías, fomentar un uso seguro y responsable y desarrollar una actitud crítica ante la información. El desarrollo de competencias digitales requiere de acompañamiento y práctica.
- La importancia de la acción tutorial y el diagnóstico temprano: La acción tutorial es fundamental para mediar las relaciones entre la familia y la comunidad y en la gestión emocional del alumnado durante el curso escolar.
- Conviene no olvidar la experiencia: Esta crisis nos ha demostrado la fragilidad del sistema educativo y la importancia de que el aprendizaje no se interrumpa. La prevención nos ayuda a estar mejor preparados frente a los desastres, reduce sus costes y favorece la recuperación social y económica. Es imprescindible incorporar un enfoque de emergencias en el ámbito educativo.