Cuando hablamos de salud mental, hacemos referencia al bienestar emocional, psicológico y social del individuo, por lo que esta es capaz de afectar e incidir la forma en la que sentimos, pensamos o actuamos frente a los retos que nos presenta la vida. La definición que expresa la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, también hace referencia a que esta determina cómo manejamos el estrés, nuestras relaciones y la toma de decisiones.
Es por ello que resulta esencial que, como adultos, gocemos de una buena estabilidad mental, pues esto se verá reflejado en el proceso de crianza de nuestros hijos e hijas. De no ser así, se desarrollará un vínculo afectivo débil, además de un entorno inestable y poco estimulante. Una buena salud mental incide el desarrollo de nuestras competencias.
La organización de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), explica que estar mentalmente sano durante la infancia significa alcanzar los indicadores del desarrollo y los indicadores emocionales, así como también aprender destrezas sociales saludables y enfrentar los problemas que puedan presentarse. Los niños que son mentalmente sanos tienen una calidad de vida positiva y pueden desempeñarse bien en el hogar, la escuela y sus comunidades.
Según la experiencia de esta institución, los trastornos mentales en los niños se describen como cambios serios en su forma habitual de aprender, comportarse o manejar las emociones, lo cual causa angustia y problemas en las actividades diarias. Ocasionalmente, muchos niños y niñas presentan temores y preocupaciones o muestran comportamientos disruptivos, por lo que siempre es importante acudir a un especialista en caso de notar algo extraño en el o la infante.
Es un hecho indiscutible que los padres, al conocer mejor que nadie a su hijo o hija, son los indicados para darse cuenta si hay algún cambio en el actuar de ellos, ya sea en la casa, con sus amigos o en el centro de enseñanza. Precisamente, los educadores también un rol activo en la promoción del bienestar mental del niño o la niña, esto al identificar de manera temprana la existencia de algún problema para que puedan recibir la ayuda necesaria.
“Trabajar de manera conjunta, entre padres y personal educativo, garantizará la atención oportuna del o la infante, porque este será consciente de que, sin importar si se encuentra en su hogar o en la escuela, siempre estará rodeado de personas que se preocupan por ellos, que los escuchan y que atienden sus necesidades. Resulta indispensable que sientan que tienen una red de apoyo”, dijo Rebeca Chavarría, educadora y directora general de Bright Spot Learning Center.
La Asociación de Psicólogos Educativos de los Estados Unidos (National Association of School Psychologists. NASP), elaboró un documento dirigido, tanto a padres como a personal educativo, con una serie de recomendaciones para fomentar el bienestar mental desde la primera infancia, esto desde el ámbito de la educación:
- Crear un sentido de pertenencia: Relaciones sólidas y positivas entre los estudiantes, los profesores y los padres es importante para promover el bienestar. Sentirse aceptado por los demás y confiar en los compañeros y en ellos mismos, es fundamental para una buena adaptación.
- Promover la resiliencia: Las adversidades forman parte de la vida y ser resiliente es importante para superar los desafíos y tener una buena salud mental. Sentirse que forman parte de la escuela, ayudar a los demás y enfrentar con éxito situaciones difíciles pueden contribuir a fomentar la resiliencia.
- Desarrollar competencias: Los niños necesitan saber que pueden superar los desafíos y lograr los objetivos a través de sus acciones. La competencia social, es decir tener amigos y relaciones cercanas, puede ayudar a mejorar el bienestar mental.
- Asegurar un ambiente escolar positivo y seguro: Sentirse seguro en la escuela es fundamental para el aprendizaje y para la salud mental de los estudiantes. Hay que promover conductas positivas como el respeto y la responsabilidad, así como prevenir conductas negativas como la intimidación y el acoso.
- Enseñar y fomentar la toma de decisiones: Conviene trabajar las habilidades sociales, la resolución de problemas y la resolución de conflictos para tener una buena salud mental. Si se consigue que tengan experiencias exitosas, se consigue reforzar los comportamientos positivos y tenderán a repetirlos.
- Animar a ayudar a otros: Las conductas prosociales desarrollan la autoestima, fomentan la conexión y refuerzan la responsabilidad personal. Ayudar a los demás hace que se sientan parte del entorno.
- Fomentar la buena salud física: Una buena salud física respalda una buena salud mental. Hábitos alimenticios saludables, ejercicio regular y pautas de descanso adecuadas, protegen a los niños contra el estrés de las situaciones difíciles.
- Educar a los profesores, padres y estudiantes sobre los síntomas más habituales de los problemas de salud mental: La información ayuda a romper el estigma que hay en torno a la salud mental y permite reconocer cuándo tienen que pedir ayuda.